Crisis o Final como Pareja


Los problemas de pareja se presenta generalmente en la forma de que un los miembros hace una conducta que no le gusta a la otra. Otras veces la queja es mutua.
El amor no impide las crisis, pero sí puede convertirse en el principal elemento de apoyo, para buscarles una solución. Del modo en que se superen los problemas dependerá que una pareja, refiriéndose a una etapa conflictiva, hable de una crisis más o la perciba como lo que fue el principio del fin. La manera en que cada miembro de la pareja afronta ese periodo de problemas obedece a factores como la madurez emocional, la habilidad para gestionar los conflictos, la duración de la relación, las redes de que disponga o el momento personal en que se encuentre.

¿Simple crisis o separación?

En función del modo en que se afronte una crisis, de cómo se comporten los miembros de la pareja ante esa etapa, la unión saldrá reforzada o será la primera fase del fin. Es decir, ante una fase conflictiva de la pareja la pregunta no es "¿es esto el fin?", sino "¿quiero que sea el fin?, ¿me interesa seguir con el compromiso que supone esta relación?". 
En definitiva, una mala racha será sólo una crisis si es superada, pero se convertirá en una separación si la unión acaba. La respuesta a algunas preguntas puede brindarnos pistas que nos ayudarán a tomar una decisión en esa difícil coyuntura: ¿Le amo? ¿Miramos juntos en la misma dirección, tenemos la misma meta? ¿Siento profundo interés por la otra persona? ¿La deseo? ¿Tengo confianza total en el otro? ¿y en la propia relación? ¿Reflexiono y me comprometo para ver qué puedo aportar a la otra persona y a nuestra relación para mejorarla?
En fase de crisis nuestro estado emocional se altera; por ello, tengamos presente el alcance de las decisiones, sobre todo si se opta por terminar con la relación. 
No se separan dos personas, sino a veces una familia con hijos, todo un entramado de relaciones y amigos, de dependencias económicas, por lo que si la pareja se encuentra con frenos que impiden que la reflexión prospere, es conveniente acudir a un o una especialista en temas de pareja, que desbloquee la situación y habilite espacios para que la reflexión reúna las garantías deseables. Introducirá equilibrio y establecerá un protocolo para ayudar a la pareja a decidir mejor.

Reglas generales en la fase de definición del problema

  • No discutir más de un problema a la vez.
  • Practicar ambos la escucha activa resumiendo lo que el otro dice antes de intervenir.
  • No hacer inferencias, hablar solamente de lo que se observa. Esto incluye no hacer juicios de intenciones suponiendo que el otro intenta conseguir algo que no es observable.
  • Evitar el conflicto siendo neutral y evitando la negatividad o la lucha por el poder.


La definición del problema

En la definición del problema se trata de identificar el objetivo de cada miembro de la pareja. Se excluyen objetivos que enfrentan tales como ganar, vengarse, o hacer daño.
Hay que separar de forma nítida dos fases: 
la fase de definición y la de solución y realizarlas sucesivamente sin mezclarlas. 
Cuando se define no se intenta dar solución ni viceversa. Hay que tener muy en cuenta que no se trata de volver al pasado o de quejarse sino de definir el problema.
Definir el problema de forma adecuada incluye los siguientes elementos:
Una frase positiva indicando que hay facetas o momentos en los que la relación funciona y el problema no tiene importancia.
Una descripción de la conducta indeseable. Hay que ser específico y llegar a conductas concretas evitando en todo momento la descalificación de la persona, sino centrarse en la evaluación de la conducta. Se trata también de evitar palabras como “siempre” o “todo” que son falsas y descalifican a quien las usa.
Una especificación de las situaciones en las que ocurre la conducta problema que se ha definido.
Las consecuencias que esa conducta tiene para el componente que la sufre, incluyendo los sentimientos que el provocan. 
Es importante que los sentimientos se refieran exclusivamente a la conducta y sus consecuencias y no lleve a descalificaciones o menosprecios del otro.
Es necesario ser breve. Por ejemplo, hay que evitar poner demasiados ejemplos, preguntarse por las causas y emplear los “¿por qués?” que siempre implican un reproche y no llevan a resolver el problema.
Ambos miembros de la pareja tienen que estar de acuerdo en que se ha definido el problema y para ello AMBOS han de reconocer la parte de su responsabilidad en la generación o mantenimiento del problema. Si no se llega al acuerdo básico de quien ha de cambiar para que se dé la solución, se puede hacer una definición bilateral del conflicto. En la que se incluyen las conductas de ambos miembros, dentro de la regla de tratar un solo problema a la vez.

Para fortalecer la pareja

Debemos utilizar o desarrollar estas habilidades:
Aceptar que nuestra vida es enteramente responsabilidad nuestra. No esperemos que el otro miembro de la pareja nos haga feliz. Nuestra felicidad depende, sobre todo, de nosotros mismos. No nos engañemos.
Saber que no tenemos que resolver la vida de la otra persona, buscándole soluciones, dándole consejos y marcándole las pautas de cómo debe vivir su vida.
Aprender a escuchar. Para ello debemos dejar lo que estamos haciendo, vaciarnos de otros pensamientos que distraigan nuestra atención e intentar colocarnos en su lugar para entender cómo se siente.
Aprender a dialogar. Nuestra opinión, forma de entender y de aprehender la realidad no son la verdad absoluta, sino sólo la nuestra.

Aprender a consensuar. Lo mío y lo tuyo han de ser tenidos en cuenta y debatidos para poder llegar a definir "lo nuestro".
Aprender a compartir. Darse el uno al otro: preguntar cómo se encuentra, qué le incomoda, qué quiere y desea.
Aprender a pedir. Mostrar nuestra vulnerabilidad es la mejor muestra de amor, ya que no se la enseñamos a cualquiera.
Dedicar tiempo específico para la pareja.
Compartir hobbies, tiempos lúdicos, fantasías e ilusiones, al igual que acompañar en los momentos tristes, duros y penosos.
Compartir la economía. Forma parte de la relación de pareja.
Aprender a utilizar los conflictos y las crisis, para aprender más de nosotros mismos, ver qué necesitamos y cuál es el dolor que suscitamos en nuestra pareja. Que sean trampolín de desarrollo y no de estancamiento que no lleva a ninguna parte. Hablemos cuanto sea necesario, para que el problema no quede enquistado. No hay mayor desastre que el silencio.
Mimar con orgullo a la pareja. El sexo, las caricias y el "te quiero" han de decirse, hay que explicitarlos. No valen los sobreentendidos.

Fase de solución

Una vez que se está de acuerdo en la definición del problema, se pasa a la fase de solución. En esta fase hay que:
Centrarse en la solución y no volver al planteamiento una y otra vez. 
La mejor forma de mantenerse en la solución es emplear las reglas del brainstorming o tormenta de ideas.
Las soluciones han de centrarse en definir cambios en las conductas de ambos y no solamente en la del que causa el problema. Hay una máxima que dice: “si quieres que alguien cambie, empieza cambiando tú”. 
El cambio de uno ha de conllevar consecuencias positivas para él, lo que implica un cambio en el otro. 
Un entrenamiento en asertividad puede ser una buena forma de consensuar la solución.
Sobre la lista de soluciones alternativas que se ha generado se realiza un análisis de los pros y los contras de cada una de ellas. 
De esa evaluación ha de derivarse un consenso en la solución del problema. 
Es conveniente que el acuerdo se haga por escrito, porque obliga a una concreción mayor.
A veces, si el cambio que se plantea es complicado, es conveniente planificarlo.
Es preciso hacer un seguimiento de lo pactado para evaluar si se ha logrado la solución adecuada o es preciso hacer algún ajuste.

Para afrontar cambios si hay separación...

Se rompe la pareja, no toda nuestra vida personal.
Es un momento para afrontar cambios y riesgos, que nos alteran y convulsionan. Resulta recomendable pedir ayuda a personas competentes (amigas o profesionales), que -de forma incondicional- nos escuchen y acompañen en este trayecto, que puede (o no) ser duro.
Es una etapa de la vida que pasará, a la que seguirá otra u otras. No hay que aferrarse al pasado: eso significaría parar nuestra vida, y queda mucha por delante.
Como toda pérdida, tendrá sus fases: lloro, desconsuelo, incredulidad de que nos haya podido pasar, furia y rabia, necesidad de buscar culpables... Es normal que nos pase algo de esto, y así debemos asumirlo.
No todo es negativo. Podemos reflexionar (sin obsesionarnos) sobre lo perdido. Pero es mejor buscar lo positivo, lo que mejora en nuestra vida con la separación.
Hagamos balance autocrítico: cómo fue la relación, en qué fallamos nosotros... Así aprenderemos y evitaremos cometer esos errores en el futuro.
Hay que guardar lo bueno para, apoyándonos en ello, seguir adelante sin ira y cerrar capítulo. Pero sobre todo para poder abrir nuevo capítulo.

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